Hace algunos días participamos en Puerto Río Tranquilo en la primera reunión local asociada a la elaboración del “Plan Estratégico de Gestión Hídrica en Cuenca de río Baker, río Pascua y costeras, e islas entre río Aysén, Baker y Canal General Martínez”. Partimos desde Puerto Guadal, aunque el taller correspondiente a nuestra comuna se realizó en Chile Chico los días previos. Es que el pueblito de las capillas de mármol nos queda más a la mano que nuestra propia capital provincial. Cosas de divisiones político administrativas de espaldas a la realidad territorial y de cuencas. En todo caso, da como lo mismo: compartimos el mismo lago.
El plan es impulsado por la Dirección General de Aguas del MOP, y ejecutado por las consultoras Geosafe y Ecohyd. Y se enmarca en un programa del Estado que busca contar con estos instrumentos de ordenamiento en 101 cuencas al año 2030.
Fue una reunión pertinente: hoy martes 22 de marzo se conmemora el Día Mundial del Agua. Y desde el 8 la comuna de Chile Chico, junto a la de Coyhaique, se encuentra por decreto en situación de escasez hídrica. Paradójico, considerando que junto a la de Río Ibáñez alberga la cuenca más grande del país, la del Baker, que incluye el río homónimo y el segundo lago más grande de Sudamérica, el General Carrera.
Mirar las cuencas y el agua como una materia fundamental, no sólo técnica sino profundamente política ha sido una demanda histórica del movimiento socioambiental de la región de Aysén. Y del país y el mundo, por cierto. Planificación sobre la gestión del agua (y regeneración de ecosistemas y cuencas), más allá de lo que nuestro mercantil código (recientemente modificado) dice sobre la institucionalidad hídrica nacional.
Fue en 2006, en pleno proceso de la discusión sobre las represas de HidroAysén y Energía Austral, que ya pedíamos avanzar en manejo integrado de cuencas. Algo intentó el primer gobierno de Michelle Bachelet a través del Ministerio del Medio Ambiente: en 2008 se escogieron 3 cuencas piloto (Copiapó, Rapel y el Baker) en el marco de una “Estrategia Nacional de Manejo Integrado de Cuencas Hidrográficas”. Pero no mucho en concreto se logró. Lo sabemos, participamos desde sus inicios en el proceso.
Hoy se retoma el trabajo, claro que cuando ya las corporaciones trasnacionales, junto a intereses políticos y privados chilenos, han desistido (por ahora) de sus intenciones. ¡Qué agrado habría sido tener este debate allá por 2005, a inicios del conflicto Patagonia sin Represas! Harto dinero y tiempo nos habríamos ahorrado.
Esto es algo similar a lo que ocurre hoy con la minería y la subdivisión de la tierra a mansalva, ¿cuándo el debate académico, político, técnico y económico profundo sobre sus impactos? Es lo que se pide desde distintos frentes: ¿se esperará a que esté todo loteado y contaminado para decir: “discutamos sobre esta materia”?
El taller de Puerto Río Tranquilo fue una buena oportunidad. Para conocer visiones, experiencias, necesidades y realidades territoriales. Y en eso, algunos aprontes interesantes.
Lo primero, el foco en el uso del agua. En línea con la figura del “derecho de aprovechamiento” que instituye el actual código y que a través de las patentes por no uso presiona por la intervención a todo evento de los afluentes. En sintonía con la absurda visión de algunos (incluso de conspicuas autoridades y empresarios) en el sentido que ríos y acuíferos no intervenidos es “agua que se pierde en el mar”. Cuánto falta educación de calidad, con el ciclo hídrico como materia esencial.
También se requiere avanzar en comprender que la extracción e inyección de agua en los ecosistemas no es lineal ni tan obvia. La laguna de Aculeo no se secó porque alguien metió una motobomba al lago y extrajo el agua. Fue una combinación de factores entre los que se incluyen, por cierto, la extracción y desvío de cauces, la falta de lluvias, pero también los pozos en los alrededores, la deforestación (los bosques son agentes hídricos relevantes en el ciclo del agua), la urbanización que afecta las escorrentías (el pavimento, por ejemplo, impacta en la permanencia natural del agua en el suelo, además de profundizar la deshidratación por el efecto “isla de calor”). Por ello, la importancia de que el balance incorpore la diversidad de flujos, como una forma de ir socializando sobre cómo nuestro habitar afecta el ciclo hídrico, y no sólo la crisis climática y/o las mangueras que emergen de ríos, lagos y pozos.
Se requiere, asimismo, revertir algunos conceptos muy instalados en la visión local. Por ejemplo, que existen cauces que nunca se agotarán. Así lo escuchamos hace poco en una reunión en Puerto Guadal, sobre el río Los Maquis. El problema no es tan sólo que algunas personas del pueblo lo piensen, sino que autoridades locales lo respalden y materialicen proyectos con fondos del Estado con este paradigma. Y que planifiquen pensando en la naturaleza infinita.
También está pensar que el “problema” de Aysén es que el agua está “mal distribuida”. En realidad, el agua está distribuida basada en cómo los ecosistemas han evolucionado, de espaldas a la cual muchas veces como especie nos hemos organizado. Soluciones basadas en la naturaleza es lo que se requiere, con adaptación que se haga cargo de ello, no que vaya en su contra. Es como la figura del caudal ecológico, un invento. Porque el caudal ecológico de un río es simplemente el caudal que naturalmente éste lleva. Mientras esto no se asimile, las alternativas de solución seguirán siendo intervención y artificialización como primera (y a veces única) medida. Porque los seres humanos no estamos acá para “arreglar” lo que la naturaleza “hizo mal”.
Y, por cierto, no desconocer el componente democrático del debate. Donde quienes viven en los territorios, y dependen directamente de un medio ambiente sano y ecológicamente equilibrado, tengan una voz relevante en la discusión, sin privilegiar a los controladores de los derechos de agua, muchos de quienes no viven en Aysén sino sólo tienen sus negocios. Esto, en sintonía con la priorización que el nuevo Código de Aguas establece para el consumo humano, la protección de las fuentes y los ecosistemas, los usos ancestrales y las actividades de subsistencia, por sobre el mero aspecto económico. Tal es la gobernanza que también debe ser parte de la reflexión.
Porque el agua no es sólo un recurso. Es el elemento vital para la vida, la nuestra y todas las demás.