Vivir en una zona de sacrificio es un estigma que se lleva en el cuerpo y en la memoria. Los habitantes de las cinco zonas de sacrificio de Chile: Tocopilla, Mejillones, Huasco, Puchuncaví- Quintero y Coronel, han expresado de diversas formas y en distintos momentos a todo el país y la opinión pública lo que implica la convivencia con las termoeléctricas a carbón y lo que significa para ellos cohabitar un territorio expuesto permanentemente a la contaminación en suelo, aire, mar y agua para el consumo humano.